jueves, 1 de enero de 2009

Lluvia


Se acercaba la hora. Apresuré el paso por la ladera del cerro para llegar a tiempo.


Hacia abajo podía ver la ciudad y el patio de la casa más cercana, donde había una familia expectante al último minuto del año. Cuando mis pies guardaban algo de silencio podía escuchar hasta sus risas emocionadas. Me apresuré.


Llegué a un espacio abierto entre las rocas y los árboles, donde una suave alfombra de hierbas cubría el suelo rodeado de plantas. Miré hacia lo alto esperando.


En el momento preciso, los brillantes colores aparecieron surcando el cielo sobre mi cabeza y los árboles. Estaba justo a los pies del cerro de donde provenían, seguramente yo era la persona que más cerca estaba del cielo en ese momento.


Me senté a respirar y a seguir mirando, sin saber qué buscaba en el bello espectáculo. En algún otro punto del globo, en ese mismo instante mil y una personas disfrutaban de algo parecido, alegremente.


Miré a mi alrededor, había rocas y árboles que parecían parte del paisaje junto con los fuegos en el cielo. Azulados por el velo de la noche, luego teñidos suavemente por los destellos de colores. Me hice una parte más del paisaje, las rocas, los árboles y yo, nosotros, sentíamos lo mismo. Luego el momento cúlmine: un destello de cubrió todo el cielo brilló y luego cayó en forma de lluvía amarilla por largo rato. Entre las ramas y las hojas vi caer la lluvia que nos transportó a un mundo fantástico donde yo no podía estar sentado solo. No podía.


Finalmente la lluvia se apagó y me obligó a volver al suelo firme de la realidad. Volví con el momento en mis recuerdos, aunque duró tan sólo unos segundos me mostró que en el fondo no estaba solo allí arriba. Miles de brillantes gotas amarillas me acompañaron; cada una mi deseo se llevó.

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