Anciana de los ojos bondadosos,
Apareciste un día colmada de amor y alegría
En la tierra que te vio crecer y también sufrir, te conocí.
De ti aprendí, pues apenas un niño era entonces,
Que de alimentos no vive el hombre sino de amor.
Oh mujer, que aun mira el amanecer de cada día,
Quisiera verlo contigo una vez más, como de niño lo hacía.
En mis más felices momentos es a ti a quien acudía.
En el frio invierno tú me arrullabas,
Y el calor del verano conmigo vivías.
Ahora en el ocaso de tu vida, viene a ti tu recompensa
Recuerdos y la felicidad de quienes te rodearon.
Sutil y pobre recompensa para todo lo que has hecho.
Oh abuela, lo veo en tus ojos y lo escucho en tu voz,
El misterio que esconde tu corazón,
El secreto de tu espíritu,
Se devela ahora en el sabor de las frutas de verano
Y las chimeneas humeantes de invierno.
Con tu herencia me quedo,
El deseo y la ternura de nuestros corazones,
El amor y la familia,
Los recuerdos y tu sangre entre mis venas.


No hay comentarios:
Publicar un comentario