Las montañas nubladas me llamaban por la ventana,
No oí su grito, su silueta me distrajo
Se iba a la mañana siguiente y yo lloraba por dentro
Deseé que el tiempo se detuviera, en la tarde.
Sentado en su silla, lo miré por última vez
El mundo desaparecía a mí alrededor
Los colores, desteñidos todos, los sabores, amargos todos.
Deseé que el tiempo se detuviera, en la noche.
En muchas noches.
Comimos helado, de su sabor y el mío, juntos.
Jugamos, hasta entrada la noche,
Bebimos vino y hablamos por horas, hasta dormir.
Caminamos entre los árboles, admiramos su belleza,
Llegamos a las cumbres y vimos más allá de lo que cualquiera podía ver
Anduvimos entre la gente gris, sólo él resplandecía para mí.
Sobre un tren lo admiré y me avergoncé de mi aspecto.
Toqué su piel, y era como tocar la mía.
Llegado el día, zarpó hacia su nueva vida.
Me volví, destituido del mundo
caminé, desnudo entre la multitud.
Entré en la recámara, donde pude oler su aroma.
sollocé por unas cuantas horas, hasta dormir.
Me di vueltas y lo abracé en mis sueños,
Oí su voz hablándome, caminé junto a él por días.
Estuve en batalla, me asesinaron treinta veces.
Lloré hacia los cielos, hasta que los árboles perdieron sus hojas.
Las montañas nubladas me llamaron por la ventana,
Las pude ver por primera vez,
Tan hermosas y tan blancas,
Esperé verlo otra vez, algún día.
Y el tiempo se detuvo, para mí y para él, juntos.

